Una cosecha récord destrona a la soja luego de 20 años.

Tarde o temprano todos los reinados llegan a su fin. Y ya lo dice el refrán: “A rey muerto, rey puesto”. La corona que la soja ostentó durante dos décadas en términos de producción tiene ahora nuevo dueño. Es el maíz, que disfruta su momento de gloria de la mano de una cosecha récord. 

Este fenómeno local posee su correlato en cifras. Según el Monitor de Estimaciones Agrícolas, se prevé una producción de 56 millones de toneladas, 33 de las cuales cruzarán las fronteras de nuestro país para una exportación que también será récord. El último hito del cereal en cuanto a exportaciones había acontecido en la campaña 2016 / 2017; por aquel entonces se celebraban unas 26 millones de toneladas enviadas hacia otros destinos.

¿Qué nos pasó para que hoy le estemos disputando a nuestros vecinos de Brasil el segundo puesto como mayores exportadores mundiales de maíz? La respuesta es una sumatoria de factores. Primero se habla de una productividad sin precedentes del cereal en suelos argentinos, con un rendimiento promedio de 8,6 toneladas por hectárea. Y luego están las explicaciones que vienen de afuera: alta demanda a muy buenos precios y retrasos de la siembra en Estados Unidos por culpa de inconvenientes climáticos, léase excesos de lluvia.

Y cambiando de tema: otra campaña que muy probablemente será noticia es la de trigo, para el ciclo 2019 / 2020. Luis Urriza, Subsecretario de Agricultura, anticipa que su intención de siembra es 2,4 % mayor a la de la campaña pasada. Pero esto ya es harina de otro costal.