Para controlar las malezas y utilizar herbicidas de forma más racional.

Para los productores, “malezas” es casi una mala palabra. Su control, un trabajo cotidiano que por lo general se lleva a cabo combinando diferentes herbicidas. Pero ni siquiera estos productos químicos son garantía de lotes limpios, porque su uso reiterado condujo a que las “malas hierbas” se vuelvan cada día más resistentes. Ejemplo: ya se han registrado 16 casos de malezas que ni se inmutan con la aplicación del glifosato, el herbicida de amplio espectro que en su momento simplificaba las cosas y abarataba costos.

Entonces, ¿qué hacer? Quedarse de brazos cruzados nunca es una opción para el hombre de campo, más considerando que las malezas son la limitante biológica de mayor peso en relación con la productividad de los cultivos, culpables de pérdidas de rinde que a veces trepan hasta el 43%.


La alternativa tiene nombre: cultivos de cobertura, un modelo productivo basado en especies como el centeno, raigrás, avena, triticale, vicia y cebada, entre algunas otras. Reducir el impacto ambiental y el uso de productos químicos es una de sus grandes ventajas pero no la única. Además de ayudar a controlar malezas, los cultivos de cobertura mejoran las propiedades físicas y químicas del suelo, favorecen la infiltración de agua útil al terreno e incrementan la biodiversidad de los sistemas.

Es importante implementar esta estrategia productiva en el transcurso de la temporada otoñal, sobre todo durante la siembra anticipada. Una vez que el ciclo finaliza, los residuos que quedan en la superficie disminuyen también el crecimiento de las malezas primavero-estivales. Esto está directamente relacionado con la cantidad de rastrojo. Por ejemplo, de 2.000 a 4.000 kilos por hectárea de materia seca de residuos de centeno son suficientes para limitar el establecimiento de malezas sin comprometer el siguiente cultivo.


Los cultivos de cobertura actúan a través de diferentes mecanismos. Como compiten por el agua, la luz y los nutrientes, previenen la producción, la emergencia y el desarrollo de otras semillas. Además interfieren físicamente y liberan compuestos que inhiben el crecimiento de malezas.

En resumen: los cultivos de cobertura representan una alternativa muy eficaz para el control sustentable de malezas. No reemplazan el uso de herbicidas, pero sí favorecen su empleo de una forma mucho más racional.